martes, 27 de noviembre de 2012

Política post verdad

En Estados Unidos se esta extendiendo la expresión post truth politics, «política post verdad», haciendo referencia a la forma tan descarada de mentir que se ha extendido entre los políticos. No es que antes no mintiesen, sino que el asunto ha tomado dimensiones ridículas. Hace tres décadas, los políticos mentían por omisión, exageración, manipulación, falta de neutralidad, etc., o simplemente no decían la verdad sabiendo que la probabilidad de que los pillasen era extremadamente baja. Pero en la última campaña presidencial norteamericana que acaba de finalizar, al Mitt Romney le pillaron más de 25 mentiras sólo en el tercer debate con Obama. Y estamos hablando de mentiras fácilmente comprobables, nada de pequeños errores. Es decir, los políticos han perdido completamente la poca vergüenza que les quedaba.

El fenómeno se ha dado en diversas épocas de la historia; el momento más conocido fue con el nazismo, cuando el mesianismo se unió a los nuevos medios de comunicación para crear una máquina de propaganda cómo pocas. Pero esta versión moderna tendría su origen en la administración de Reagan, cuando la máquina de propaganda extendió el llamado reaganomics, o tickle-down economics. Desde entonces no ha hecho más que aumentar, llegando a niveles patológicos con Sarah Palin, pero extendiéndose a toda la clase política estadounidense, con especial hincapié entre los republicanos. Todo este entramado se mantiene a través de medios de comunicación afines y grupos religiosos que crean una realidad alternativa, en la que esas mentiras se convierten en el «consenso dominante» para grandes partes de la población.

Como consecuencia se puede señalar el descaro con el que los políticos de derechas han manipulado las elecciones estadounidenses desde por lo menos 2004, con la infame victoria de Bush ese año. De hecho, Anonymous afirma que la noche electoral de 2012 evitó un fraude masivo por ordenador que habría organizado Karl Rove para permitir la victoria de Mitt Romney. No sé si la historia será verdad o no, pero el hecho de que exista y se haya extendido es una señal de la desconfianza de la población en sus políticos. Y por cierto, no es que los demócratas sean santos, que en todas partes cuecen habas, pero su descaro no llega, ni de lejos, a los niveles de la (extrema) derecha.

Desde allí, ese tipo de mendacidad se ha extendido por todo el mundo occidental, incluido Japón. En Alemania, el tribunal constitucional parece que ha tomado la costumbre de declarar inconstitucionales muchas de las leyes aprobadas por el gobierno Merkel... cuatro o cinco años después de que hayan entrado en vigor. Cambian la ley ligeramente y a esperar otros cuatro años; y mientras tanto la ley en vigor ¿No sabían de antes que las leyes eran anticonstitucionales? Quizás si fuera una o dos, se podría considerar algo normal, pero es una ley tras la otra, en casos en los que la inconstitucionalidad es evidente. El último es la nueva ley electoral, en la que se habla incluso de intento de golpe de estado. Y menos mal que el tribunal constitucional parece sólido, aunque con algún que otro resbalón, pero veremos cuanto aguanta, porque ya se están empezando a oír voces que hablan de «jueces políticos» y «activismo judicial»... igual que en Estados Unidos.

En España el asunto llegó con Aznar, que copió el sistema de propaganda de EE.UU. Y aquí también hemos llegado con este gobierno a un completo desprecio de los hechos. Uno de los casos más flagrantes fue la manipulación de los atentados de 11M realizada por el PP, en los que medios de comunicación afines, think tanks conservadores y políticos del PP trataron de manipular la realidad para imponer una ideología. Y con relativo éxito, si se mira cuanta gente todavía piensa que «no lo sabemos todo». Otro ejemplo más reciente es la historia sobre las cuentas suizas de Mas. No, no digo que Mas no tenga cuentas «suizas», que posiblemente las tiene, si no en Suiza, quizás en México o en Andorra, que resulta mas probable. Me refiero a la manipulación de forma electoral de un informe policial que parece que nunca existió. Y es que las mentiras del PP han llegado a un nivel en el que niegan hechos que han sido fotografiados y filmados; y no sólo eso, sino que van más allá, y tratan de ocultar la realidad de la forma más descarada posible, ya sea directamente con leyes, ya sea indirectamente con multas, con ayuda de medios de comunicación, como el Mundo o Intereconomía, y organizaciones conservadoras como las FAES o el OPUS. Y poco a poco, en pequeñas lonchas, van erosionando las libertades que tanta sangre costó conseguir.

¿Cómo solucionarlo? No lo sé, pero una sociedad en la nadie acepta sus responsabilidades, empezando por los padres se niegan a criar hijos responsables («mi niño no, ¡eh!, ¡mi niño no hace esas cosas!») y siguiendo por adultos que no son capaces de entender que la responsabilidad social es algo que les beneficia a ellos también («no, no, es el gobierno el debe encargarse de ..., yo qué voy a hacer»; «pues si puede robar, hace bien, yo haría lo mismo»), tiene mucho, muchísimo trabajo por delante.

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