lunes, 9 de abril de 2012

La caza al LGBT

Leyendo el artículo «Destacado artículo de Mario Vargas Llosa sobre la muerte de Daniel Zamudio» en Dos Manzanas, he llegado a «La caza al gay» en El País. Un artículo muy bueno, aunque coincido con Dos Manzanas en que Llosa se olvida de los avances en las posiciones de la izquierda en los últimos años, quizás tratando de aumentar el impacto de sus argumentos.

Me ha llamado la atención las cifras que da para Perú,
Aquí tengo bajo mis ojos, por ejemplo, un informe preparado por el Movimiento Homosexual de Lima, que me ha hecho llegar su presidente, Giovanny Romero Infante. Según esta investigación, entre los años 2006 y 2010 en el Perú fueron asesinadas 249 personas por su “orientación sexual e identidad de género”, es decir una cada semana.
En México se calculan unas tres al mes. En Brasil, tomando como base los datos de 2008, una persona LGBT cada dos días. Los demás países de América del Sur seguramente tengan datos similares o incluso peores. Países como Honduras o Nicaragua no son precisamente conocidos por su tolerancia hacia los homosexuales. Pero no sólo ocurre en América del Sur. En 2008 hubo 5 asesinatos en Estados Unidos. En Italia, entre 2008 y 2009 hubo 21 asesinatos, casi uno al mes. La mayoría de los países no tienen ni siquiera estadísticas. Y no hablemos de los países en los que la homosexualidad está penada con la muerte. En esos países la vida de una persona LGBT no tiene ningún valor, como viene a demostrar la caza de jóvenes emo en Iraq, donde la homosexualidad no es ilegal.

Estos datos suelen ser muy conservadores, ya que a menudo no se llega a descubrir el motivo de la paliza o el asesinato y las familias y las víctimas tienden a callar por vergüenza. En México se calcula que sólo se denuncia uno de cada cuatro crímenes contra homosexuales. Y esto era antes de la Guerra contra el narcotráfico.

Y lo peor no son las cifras. Lo peor suele ser la extrema violencia y desprecio por la víctima que muestran estos crímenes. Los agresores no se limitan a matar, a menudo la torturan durante horas o días. El ejemplo de Daniel Zamudio es sólo el último. Matthew Shepard es otro ejemplo similar. Estos casos saltan a los periódicos porque se trata de hombres jóvenes y atractivos. El caso de los transexuales no suele tener ese «glamour». Gisberta en Portugal (2006) es el perfecto ejemplo. Fue torturada durante tres días por una banda de 14 jóvenes. La pena máxima fue de 8 meses de prisión para uno de los culpables. En el caso del asesinato de emos/gais en Iraq, primero machacan los brazos con bloques de cemento pretensado, luego pasan a las piernas y finalmente revientan la cabeza.

Y es en este contexto que pregunto, ¿dónde están las religiones y los religiosos? Las pocas veces que he oído a un religioso de alguna relevancia en su organización lamentar estos crímenes, se trata de condenas genéricas sobre la violencia. No he visto a ninguno trabajar por dignificar a la comunidad LGBT, por evitar estos crímenes, realizando actos y campañas concretos para prevenirlos. De hecho, hay suficientes ejemplos en los que las religiones se esfuerzan por empeorar aún más esta situación. ¿Alguien podría explicármelo?

Actualización: en 2011, en Brasil se asesinaron 272 personas LGBT, una cada 36 horas. En lo que llevamos de 2012, es una cada 24 horas.

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